Vivimos rodeados de tecnología nueva, pero nuestra creatividad sigue mirando hacia atrás.
No es casualidad: la nostalgia se ha convertido en combustible creativo. En esta edición quiero hablar de cómo mirar al pasado (cámaras digitales, consolas, tipografías retro) no es retroceder, sino encontrar nuevas formas de avanzar.
La nostalgia como motor creativo
Vivimos rodeados de tecnología que promete innovación constante, pero algo curioso está ocurriendo: cada vez más jóvenes están mirando hacia atrás y rescatando gadgets, estéticas y experiencias del pasado con una mezcla de ironía, afecto y búsqueda de autenticidad. Cámaras digitales de los 2000, consolas antiguas, teléfonos plegables, jeans anchos y tipografías pixeladas están reapareciendo, no como reliquias, sino como herramientas de expresión.
La nostalgia dejó de ser un ejercicio melancólico para convertirse en una forma de reinterpretar el presente. Las nuevas generaciones no vivieron el VHS ni los disquetes, pero los usan como símbolos visuales de una época más simple, menos saturada. En TikTok abundan los filtros que imitan cámaras Sony Cybershot, y los reels con estética lo-fi o “home video” superan millones de reproducciones. No es solo estética: es un lenguaje emocional que dice “esto soy yo, pero sin el filtro de perfección que impone el presente.”
Las marcas, por supuesto, lo entendieron rápido. Sony relanzó sus Walkman en versión digital, Polaroid recuperó su fábrica original en Holanda, Nintendo vende nostalgia en cada reedición de sus consolas clásicas, y LEGO recrea sets de los 80 y 90 dirigidos a adultos que crecieron con ellos. No están vendiendo productos, sino recuerdos editados con la precisión del marketing experiencial: un pasado que puedes tocar, pero sin el polvo.
La nostalgia también conecta con la idea de memoria digital y analógica, algo que he explorado antes en esta newsletter. El retorno de lo retro no es una resistencia a la tecnología, sino una manera de domesticarla. En un mundo donde todo es efímero, el pasado ofrece estabilidad. Sacar una foto con una cámara digital de hace veinte años no es solo estética: es una microrebeldía frente a la inmediatez. Es darle valor al proceso, a la espera, al clic imperfecto.
En el fondo, lo que nos mueve no es la nostalgia en sí, sino la búsqueda de conexión emocional. Las marcas que entienden esto no se limitan a revivir un logo viejo o un jingle, sino que reactivan sensaciones: la textura de un botón, el sonido de un cassette, la emoción de abrir un empaque que te recuerda algo que creías olvidado. Lo retro funciona cuando no se queda en la imitación, sino cuando despierta memoria.
Tal vez la nostalgia no sea mirar atrás, sino recordar hacia adelante: usar el pasado como combustible para imaginar lo que sigue. Entre tanto scroll infinito, reencontrarnos con la imperfección puede ser el acto más moderno que nos queda.
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Para ver: Animal (en Netflix)
¿Te imaginas un Dr. House… pero para animales? Eso es Animal, la serie española que acaba de aterrizar en Netflix. El protagonista, Antón, es un veterinario rural gallego que ve cómo su mundo se desmorona cuando sus clientes ya no pueden pagarle con dinero…y termina aceptando un trabajo en una boutique de mascotas moderna dirigida por su sobrina.
Lo fascinante es que no estamos ante un héroe televisivo tradicional: Antón es gruñón, honesto, incómodo en su nueva realidad. El contraste entre su mundo rural (tratar vacas, ovejas, animales de granja) y ese mundo de mascotas urbanas lo coloca una y otra vez fuera de su zona de confort.
En Animal cada episodio funciona como un microcaso: hay una mascota con un problema, pero también hay dueños con conflictos, expectativas absurdas, valores enfrentados. El veterinario termina asumiendo rol de psicólogo humano, no solo clínico animal.
Además, la serie tiene una carga simbólica: habla del choque entre lo rural y lo urbano, del valor del trabajo “invisible” que no se ve (y que muchas veces no se paga como merece). En ese sentido, conecta con lo que venimos explorando: la tecnología y el diseño que operan desde lo lateral, sin pedir protagonismo pero sosteniendo las cosas.
Si te gustan las historias donde lo humano late entre lo cotidiano, donde los conflictos ni son épicos ni triviales sino creíbles, esta serie es una gran joya para cerrar la edición.
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