Imagínate este escenario: un sábado cualquiera decides que tu sala, tu cuarto o tu estudio/home office necesita un cambio, así que si en tu ciudad hay uno, te vas a IKEA, compras un mueble con un nombre impronunciable y te dispones a armarlo. Cuatro horas, tres discusiones familiares y dos tornillos de menos después, ahí está, aunque ligeramente ladeado, tu nuevo mueble. Y a pesar de todo, ¡lo amas! Ese es el poder del "efecto IKEA".
Este fenómeno psicológico es más que una simple anécdota; tiene raíces profundas en nuestra mente. Nos encanta sentir que hemos creado algo, que nuestro esfuerzo tiene una manifestación física, nos encanta ver el cierre de un proceso que comienza con una idea. Cuando pasas horas armando un mueble, ese mueble ya no es un objeto ordinario en tu sala: es un testimonio de tu perseverancia y habilidad. Es el mismo caso con un Lego, por ejemplo, que en mi casa ocupan espacios similares a los de las figuritas de porcelana en casa de mi mamá.
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